02/03: El Árbol que Da Sombra – Vol. 2 (336 Págs.)
Osamu Tezuka – Planeta DeAgostini
2005
El Árbol que da Sombra narra la vida de dos personas durante los convulsos últimos
años del Periodo Edo, cuando el país asistió al fin del poder Tokugawa y a una
serie de cambios sociales muy rápidos y profundos. A este mundo del Japón que
se resistía a abrirse a occidente nos adentra el Dios del Manga Osamu Tezuka, en una obra que mezcla el relato histórico, las historias
de samurai y su amor por la medicina. Uno de los protagonistas es Ryoan Tezuka (abuelo del autor), un
aprendiz de médico alejado de la espada y que sólo vive para suceder a su padre
en la profesión. El otro protagonista es Manjiro
Ibuya, un samurai de bajo rango que quiere ascender en el escalafón social
y militar. Ambos personajes son bastante diferentes: Ibuya es un guerrero tenaz preocupado por los problemas políticos
del país mientras que Tezuka es un
joven mujeriego y de vida alegre que no quiere saber nada de las armas ni
de la política.
Ante los cambios que
ven a su alrededor ambos personajes actúan de una forma muy diferente. Mientras
Tezuka sólo se preocupa de su
profesión y de pasarlo bien, la condición de samurai de Ibuya le hace sufrir mucho más ante las situaciones que se van
sucediendo. Sufre porque ve que la corrupción y la decadencia carcomen el
Shogunato y porque las injusticias se hacen cada vez más insoportables. Aunque
él, como samurai educado en la obediencia al Shogun, lo protege y desconfía de
los reformistas y de los extranjeros, tiene dudas y muchas veces no comprende
la actitud cerrada y reaccionaria del Bakufu (gobierno). Su sufrimiento y
contradicciones reflejan muy bien las del propio país y las de millones de
japoneses que no entendían muy bien por qué el Japón debía renunciar a todo
aquello que, a pesar de venir de fuera, podía mejorar mucho la vida
del pueblo llano (medicina occidental, industria, etc.).
El "acomodamiento" de las
estructuras del poder durante tantos siglos y el férreo aislamiento del país
habían hecho que Japón se quedara atrás como potencia militar. La llegada del
Comodoro Perry (con sus grandes barcos de guerra y exigiendo un trato
comercial preferencial para los USA), hizo a los japoneses visualizar su
debilidad y su atraso, ante lo cual muchos pidieron cambios radicales. Por su
puesto, el poder establecido se negó a hacerlos por miedo a perder su situación
de privilegio. En defintiva, asistimos a la caída de un Imperio y, por lo
tanto, a la lucha de los que querían cambiar de raíz el estado de cosas
contra los que se aferraban al pasado y no querían ver lo obvio: la necesidad
del cambio (probablemente porque ellos no sufrían las consecuencias del
asilamiento y la corrupción). Es gracioso e interesante ver cómo es cuando
llegan los embajadores de los Estados Unidos y son custodiados (y espiados al
mismo tiempo) por samurai japoneses, y cómo hacen estas dos culturas para
entenderse, en tiempos tan distintos. Como por ejemplo, el pedido del traductor
estadounidense de leche de vaca a los japoneses, quienes piensan que tomar
leche de un animal es de salvaje, porque ellos toman leche de soja.
El Árbol
que Da Sombra es un manga histórico que tampoco olvida la faceta humana.
Podemos aprender infinidad de datos y de información sobre el final del Periodo
Edo y veremos aparecer numerosos personajes históricos, pero también se centra
en los sentimientos de los protagonistas y sus penurias y alegrías. Es una de
las obras más madura y densa de toda la obra del genial creador Osamu Tezuka (probablemente el mayor
genio del manga de todos los tiempos).
Hay que reconocer que el dibujo de Tezuka
(caricaturesco y algo infantil) tira un poco para atrás al principio,
pero en El Árbol se ve
ya el estilo un poco más depurado y adulto de sus últimos y más
maduros trabajos (como Adolf y Buda). Sin embargo, eso
queda en segundo plano cuando vemos su narrativa clara y ágil.
Una maravilla.
Podríamos decir que se trata de un manga de samuráis
crepuscular en el que asistimos a la decadencia de su modo de
vida pero en el que Tezuka
también rinde, en cierto modo, un homenaje a esa cultura tan rica y evocadora.
No en vano suele decirse (con cierta razón) que cualquier tiempo pasado fue
mejor.
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