02/01: El Árbol que Da Sombra – Vol. 1 (330 Págs.)
Osamu Tezuka – Planeta DeAgostini
2005
No podía comenzar el año sin leer un manga
del Manga no Kamisama, Osamu Tezuka, autor
fetiche ya del blog. Tezuka es
llamado, empecemos con los tópicos, el padre del manga. Lo cual no es exagerado
si por tal entendemos su referente del mismo modo que Hergé lo es para la historieta francesa. Su producción es enorme,
abarca todos los géneros y, hacia el final de su carrera, derivó hacia terrenos
adultos, comprometidos incluso, en tebeos donde nunca deja de identificarse su
estilo dinámico y vibrante, y donde nunca renunció a un dibujo infantil pese a
abordar situaciones, temas y personajes complejos.
El árbol que da sombra es, por temática, el Tezuka que más me podía apetecer. Ocho
volúmenes, más de dos mil páginas, para narrar a través de dos figuras
protagonistas y mucho secundario un momento fascinante (y desconocido) de la
historia japonesa, época de cambios y permeabilidad a occidente. Un panorama
por el que nos conducen las historias cruzadas de un joven samurai que
representa la tradición, y del propio abuelo del autor, médico en ciernes que
adopta las técnicas y filosofía de la medicina holandesa.
El
Árbol que da Sombra retrata una peculiar época de
Japón: el bakumatsu, el declive del shogunato Tokugawa que ha mantenido al país aislado y en férrea paz durante
dos siglos y medio. Para los japoneses, el gobierno militar de los Tokugawa, el bakufu, era como
un gran árbol a cuya sombra había prosperado el país. Pero a finales del siglo
XVIII y principios del XIX, el árbol está podrido y comienza a dar síntomas de
debilidad. Sigue en pie, ya que sus raíces son profundas, pero es cuestión de
tiempo que muera y se venga abajo. En El Árbol que da Sombra toman la
palabra aquellos que quieren mantener al árbol en pie a toda costa, ignorando
que por dentro se encuentra enfermo y moribundo siempre que puedan mantener el
sistema, y aquellos que quieren talar el árbol y entrar en una nueva época,
aunque sea a golpe de sangre y acero.
Nos enfrentamos a una historieta caudalosa, una saga de proporciones gigantes donde diversos hilos e intereses son manejados por Tezuka con maestría. Tezuka es un maestro de la narrativa en viñetas, y todo, hasta lo más desmesurado, fluye en sus mangas con aparente sencillez, con la naturalidad con la que fluye un río, por caudaloso que sea éste.
Nos enfrentamos a una historieta caudalosa, una saga de proporciones gigantes donde diversos hilos e intereses son manejados por Tezuka con maestría. Tezuka es un maestro de la narrativa en viñetas, y todo, hasta lo más desmesurado, fluye en sus mangas con aparente sencillez, con la naturalidad con la que fluye un río, por caudaloso que sea éste.
Si
complejo es el asunto que se nos narra, una época de cambios y rupturas en el
Japón del siglo XIX, no menos difícil es conseguir que, con asombrosa
naturalidad, casen el relato histórico, el romance, el gusto por la medicina de
Tezuka, la aventura de samuráis, el
erotismo, el humor, la acción y toda su gama de distintos modos y tonos.
En resumen: a siete tomos como éste de su final, ya puedo ir especulando con que El árbol que da sombra (título metáfora del gran árbol protector podrido y hueco por dentro) va a resultar una obra maestra de uno de los grandes maestros de la historieta. Por lo pronto, su arranque lo ha sido.
En resumen: a siete tomos como éste de su final, ya puedo ir especulando con que El árbol que da sombra (título metáfora del gran árbol protector podrido y hueco por dentro) va a resultar una obra maestra de uno de los grandes maestros de la historieta. Por lo pronto, su arranque lo ha sido.
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