lunes, 25 de enero de 2016

25/01: Capitán Tsubasa Vol. 8



25/01: Capitán Tsubasa – Vol. 8 (200 Págs.)
Yoichi Takahashi – Editorial Glenat 2004

Este año también tendrá mucha lectura de mangas deportivos, de series que tengo pilones de tomos por leer. Este es el caso de Capitán Tsubasa, serie que el año pasado le di unas pocas reseñas, espero poder avanzar lo suficiente con esta historia. La animación, que es justo decir que ya era vieja (1983) cuando se emitió aquí, ha quedado como residuo de la nostalgia generacional que provoca bromas recurrentes sobre el tiempo que se tardaba en recorrer el campo, y de ella se recuerdan sobre todo las extravagancias más llamativas del autor del manga, Yoichi Takahashi: los balones reventados contra el poste, las chilenas imposibles, y la catapulta infernal de los hermanos Tachibana. Y los nombres anglosajones para niños japoneses me llamaba la atención, y tuve que esperar a que se publicara el manga para averiguar los nombres originales.

 En este octavo tomo, continúa el partido de semifinales entre el Nankatsu y el Musashi, pasando por la trampa del fuera de juego, la crisis de conciencia de Tsubasa, que trae como consecuencia la crisis de su equipo, hasta que aparece Wakabayashi y, entre todos, consiguen devolverle su espíritu de lucha, siendo decisiva la intervención de Misaki, que le da donde más le duele: en su amor por el fútbol – y más concretamente, por el balón. El tomo concluye cuando Misugi, a pesar de su delicado estado, consigue el 4-3 para el Musashi, quedándose inmóvil después, ante el terror de todos los presentes. De esta manera, se convierte en el tomo más entretenido hasta el momento, con más carga emotiva y que suceden más cosas.
  Pero detengámonos en Jun Misugi, el personaje que se come el protagonismo de este tomo. Es esencial para que Tsubasa se defina como personaje, porque debía haber en su camino alguien, en algún momento, que fuera superior a él, para que pueda superarlo durante el partido sin ser mejor previamente. Es la única vez que esto sucede en toda la serie. Misugi es el único jugador que también es calificado como un genio del fútbol. Tiene la misma habilidad innata que Tsubasa para el juego, pero además ha comenzado a desarrollarla antes, y al ser un año mayor que él, domina mejor las diferentes facetas del juego. Pero a Misugi el destino le ha jugado una mala pasada: tiene una dolencia cardiaca que le impide esforzarse para mejorar. Y así su genio sin entrenamiento queda por detrás del de Tsubasa. El partido entre el Nankatsu y el equipo de Misugi, el Musashi, marca un hito en la construcción del personaje de Tsubasa, porque es su momento más bajo: cuando comprueba que incluso lastrado por su enfermedad Misugi es capaz de derrotarlo en varios enfrentamientos directos, está a punto de darse por vencido, por primera y única vez en su trayectoria, pero en ese momento oscuro son sus compañeros y su mentor  quienes lo convencen de que debe seguir luchando.
Tras leer el manga, uno se da cuenta de que el anime era lento hasta lo insoportable, y que estaba lleno de trucos para demorar la acción y alargar el número de capítulos. Pero lo que en ella era tortuoso, en el material original se revela divertido, dinámico y trepidante. El ritmo de los partidos, gracias a la puesta en escena de Takahashi, por lo demás un dibujante no especialmente dotado, es lo opuesto de lo que aquí experimentamos. Pero más allá de eso, en mi lectura adulta de la serie descubrí otros valores, más profundos de lo que puede pensarse en un primer momento.

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