26/11: Marmalade Boy – Vol. 7 (194
Págs.)
Wataru Yoshizumi – Editorial
Ivrea 2007
Anteúltimo tomo de Marmalade Boy, manga escrito por la
autora Wataru Yoshizumi para la revista Ribon de la editorial japonesa Shueisha, entre 1992 a 1995. Para los
lectores amantes de lo romántico o del género shojo, este un gran clásico
noventoso que tuvo mucho éxito tanto en manga como en su versión animada. Y
como dije en todas las reseñas, se debe a que es una historia muy entretenida,
naif, inocente, con muchas escenas de humor y muchísimos enredos amorosos. Este
séptimo tomo tiene un primer capítulo muy gracioso, con muchas buenas escenas
que te pueden sacar una sonrisa, pero luego, como para acercarse a un final que
esté a la altura, todo el buen ambiente se disipa para dar paso al drama, a
muchas escenas de llanto, y a un final muy abierto que te deja con la duda de
cómo finalizará el manga con el octavo y último tomo. Como en los tomos
anteriores, este séptimo volumen fue publicado en el país por la Editorial Ivrea con traducciones a cargo
de Marcelo Vicente.
Centrándome en la historia del tomo en sí, se
resolverá con final feliz el subplot del amor entre Meiko Akizuki y el profesor Namura,
cuando Meiko viaje a Hiroshima
acompañada por Miki Koichikawa en
busca de su antiguo y prohibido amor. Y aunque esté al principio, me parece la
mejor historia de todo el tomo, con el plus de que tiene el dibujo más
elaborado, con los primeros planos y el ambiente de la playa muy al estilo de
las Clamp. Pero como ya nos tiene
acostumbrado Wataru Yoshizumi, luego
de algo romántico y feliz, viene la bajada y depresión, el golpe bajo para
mantener a las lectoras atrapadas. Y esto se da por dos partes, que a la vez
estarán relacionadas. Primero, volverá el subplot sobre el verdadero padre de Yuu Matsura, quien descubrirá por unas
fotos de viejos álbumes familiares que sus padres y los de Miki se conocieron en su juventud, en la época de universitarios, y
por eso deducirá que en realidad él y Miki
son hermanos. Esto lo llevará a una depresión, en la cual volverá a escena
para ayudarlo su amigo Satoshi, y
además será la excusa para que corte la relación sentimental con Miki, pero sin contarle nada ni a ella
ni a su familia para no preocuparlos. Y como si esto no fuera poco para tener
dramatismo y muchas escenas con los protagonistas llorando, Yuu decide irse lejos para olvidarse de
todo y seguir su carrera de arquitectura en una universidad de Tokio. El tomo
finaliza con una Miki dolida, pero
aceptando la decisión de Yuu,
decidiendo cambiar su imagen e intentar ser “una nueva persona”, dejando
abierto un final en donde todo puede pasar, aunque uno imagina que en esta
clase de mangas de ambiente pastel se espera el final feliz.
Contra todo mi pronóstico del volumen pasado,
el personaje de Kei Tsuchiya no
tiene ingerencia en la trama, y en una obra de tantos personajes secundarios
que sirvieron para el humor y para los triángulos amorosos, ya hay varios que
quedan casi olvidados, como la rebelde Suzu
Sakuma que apenas hace un cameo, o la pareja compuesta por Ginta Sou y Arimi Suzuki, que casi ni se muestra, seguramente debido a que en
el tomo anterior tuvieron su “final feliz” y ya no pueden aportar mucho más a
la trama. Aún así, es un tomo muy entretenido que precede al final, y con un
ambiente tan tenso, todo esta preparado para cerrar la serie bien arriba.
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