14/11: Los Años Dulces – Vol.
1 (200 Págs.)
Jiro Taniguchi – Ponent Mon 2011
Que
leer a Jiro Taniguchi
es un placer es una verdad como un templo. Que continúa transmitiendo al lector
una lectura tranquila, pausada, mesurada hasta el detalle más nimio de la misma
es una máxima sin discusión alguna. Que la belleza que transmite su línea
clara, sugerente, llena de tramas y matices es una constatación palpable sin
duda alguna. Y Los Años Dulces, en su primer
volumen, es una buena muestra de ello. Porque contarnos en una auténtica slice of life la relación entre un viejo
profesor ya jubilado y una antigua alumna, una simple historia donde lo
importante es conocerse poco a poco y hablar de todo un poco, de las cosas
simples que envuelven la vida de ambos, de los recuerdos que siempre están y
surgen cuando menos te los esperas, teniendo como punto de reunión y unión una
vieja taberna donde la gente se reúne para hablar, beber y saborear diversos
manjares que ésta ofrece, es una de las cualidades que podemos revisitar
continuamente en casi cada una de las obras de este maestro del manga seinen.
A pesar de que esta obra de Taniguchi es una adaptación al manga de una novela de Hiromi Hawakami, El Cielo es
Azul, La Tierra Blanca (Sensei no Kaban),
y que yo mismo desconozco si es o no una adaptación fidedigna de la misma, la
impronta de este maestro mangaka
es perfecta y claramente reconocible en cada una de las viñetas, de un detallismo
meticuloso y una ambientación sumamente realista.
La historia es simple y sencilla: cuenta el
encuentro casual de nuestros dos protagonistas Harutsuna
Matsumoto y Tsukiko Oomachi,
ex-profesor y ex-alumna, en una taberna que frecuentan asiduamente. A partir de
ahí ambos personajes se hacen inseparables, contándonos en breves capítulos lo
que hacen los dos juntos y la relación de profunda amistad y compañerismo que
han empezado ambos. Aparte de ofrecernos todo un recetario culinario durante
toda la obra (recordándome aquella obra de Taniguchi, El Gourmet Solitario
que reseñé anteriormente), podemos adentrarnos en pequeñas historias, que a
simple vista nos pueden resultar triviales, incluso insignificantes, capaces de
obsequiarnos con multitud de sensaciones, demostrándonos que las cosas y actos
más sencillos pueden tener su importancia y hueco en la historia privada de las
personas. Desde, como ya he comentado, degustar los platos de cocina japonesa,
hasta llegar a disfrutar coleccionando teteras de barro, o hablar de béisbol, o
hacer una excursión por las montañas en busca de setas, o pasar un día
agradable en el campo durante la Fiesta del Cerezo en Flor. Una obra de sentidos y
sentimientos muy en la onda de un maestro de lo "pausado"
como es Taniguchi. Obra sobre
dos personas solas en el mundo, reflexionando sobre el pasar del tiempo,
incluso viviendo de los recuerdos, que un día volvieron a reencontrarse después
de muchos años sin verse, congeniando al instante, necesitándose el uno del
otro, pero sin aparentar tener ningún tipo de relación sentimental, solo el
mero hecho de encontrarse, conversar, disfrutar de las pequeñas cosas que da la
vida. Pero a pesar de ser una simple y llana relación de amistad, veremos hacia
dónde se encamina ésta, si continuará al mismo ritmo sin alterarse lo más
mínimo o veremos si la misma sube un peldaño más que la conduzca hacia una
situación incierta en un futuro cercano. Los que hayan leído la novela sabrán
ya su final y los que no, habrá que esperar el desenlace de esta historia a
través del manga
de Taniguchi.
La edición de Ponent Mon hay que catalogarla como correcta, en tapa dura, sentido
de lectura occidental, y dividiendo esta adaptación en dos volúmenes que,
aunque podría haberse reunido en un solo tomo, no resulta excesivo su
publicación en dos partes.
Bueno, lo dicho ya hasta la saciedad una y
otra vez: Taniguchi tiene un no sé qué, te transmite unas sensaciones
en cada una de sus obras que, a mí personalmente, me hace disfrutar casi
siempre de unos muy buenos momentos de
lectura de alta calidad, todo ello apoyado con un dibujo preciosista y
detallista. Esperemos continuar disfrutando del maestro mucho tiempo. Son de
esos placeres a los que vale la pena no renunciar jamás y saborear lentamente.
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