10/12: El Último
Mosquetero (48 Págs.)
Jason –
Atisberri 2008
Un gran descubrimiento fue para mí el de Jason,
el artista noruego del cual me hice fan y, motivo por el cual le entré a su
novela gráfica El último mosquetero,
publicada al español por Astiberri. Aquí,
Jason presenta “la aventura” como
fuera de lugar: el mosquetero del que habla el título, Athos, ha sobrevivido unos cuatrocientos años hasta lo que se
supone es nuestro presente, y se configura por lo tanto como una suerte de Quijote deprimido, un “desubicado” con
ideales anticuados que se consuela bebiendo y recordando. Jason suele trabajar con los géneros (el policial, el western), y
en esta ocasión cruza la típica andanza
mosqueteril con la ciencia ficción. El último mosquetero cuenta con
una especie de precuela, Athos en América, que transcurre en el
Hollywood de los años veinte y se mete con el mundo del cine y las
películas.
Mientras
toma unos tragos, solo, en un banco de la calle, Athos se queda dormido y, al despertar, ve caer unas bolas de fuego
desde el cielo y al amanecer se entera de que el planeta ha sido invadido por
extraterrestres. ¿Todo es un sueño? ¿Está soñando esa aventura? No importa,
realmente, si todo es soñado. Athos
va corriendo, entonces, a buscar a Aramis,
que también vive (a diferencia de Porthos),
pero él se niega a plegarse a su incipiente aventura, por lo que deberá hacerse
cargo solo de frenar a los invasores del planeta Marte. Lo que viene después es
una aventura de la más pura estirpe, con armas láser, robots, un emperador
despótico, naves espaciales.
Pero,
claro, está el dibujo de Jason para
volverlo todo un poco extraño, para distanciarse y distanciarnos, porque sus
animales antropomorfos (de trazo fino y sencillo) transitan por la aventura a
su manera, y es una manera muy particular. La tristeza recorre el álbum de
punta a punta, y hay una cierta decepción también que parece teñirlo todo de
gris, pese a la colorida paleta que emplea el autor en esas páginas armadas
según la grilla de nueve. Toques de absurdo por aquí y por allá van marcando el
tiempo de la acción, como esos diálogos increíbles entre el emperador y uno de
sus centinelas, las peleas de espadas en un ritmo que se muestra lentísimo, una
princesa de armas tomar y el juego con los clichés de los géneros que se
homenajean, y que todavía funcionan a la perfección. Se homenajean, decía, y no
se parodian o no tanto, porque en la parodia hay una burla cómplice, una burla
amigable, que puede volverse amarga (casi siempre en el final, como en el
citado Quijote, aunque algo de eso
hay acá también). Hay humor también, pero es ese humor amargo, irónico, acorde
con el tono general, desopilante por momentos.
Naif, compleja, desoladora, soberbia, El
Último Mosquetero de Jason nos
deja ese sabor de las obras que, desde la aparente sencillez de su concepción,
alcanzan una profundidad inusitada.
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