18/12: Marvel Cómics: La
Historia Jamás Contada (560 Págs.)
Sean
Howe – Panini Cómics 2013
Esto no es un cómic, es un libro, pero un
libro sobre cómics como se puede saber por su titulo. Y ya les recomiendo que
si te gustan realmente los cómics sean o no de superhéroes, consigan y lean
este libro, que al abrir la tapa, no lo van a poder soltar. Ya sea por las
formas, ya sea por su contenido, el ensayo de Sean
Howe sobre la historia de Marvel Cómics
es ese tipo de libro que atrapa al lector interesado de una manera cuya lectura
trastocará la visión que éste tenga de los personajes y relatos de la mal
llamada Casa de las Ideas. Desde los tiempos de Atlas y Timely hasta el
estreno de la primera película de The Avengers, Howe relata de la manera más imparcial posible las idas y venidas
de una editorial cuya personalidad fue mutando de manera salvaje, vapuleada por
empresas que la fagocitaban y por editores cuya personalidad condicionaba el
producto.
Si
alguna vez tuviste una imagen de Marvel
como empresa de sana creatividad, olvidala, porque con alma de cirujano experto,
Howe logra, a través de un tremendo
trabajo periodístico basado no sólo en entrevistas, sino indagando en archivos
televisivos y radiofónicos, un fresco que inmerge al lector en el proceso de
creación y desarrollo de la empresa hasta nuestros días. Desde el realmente
inexistente bullpen de los años sesenta, donde los dibujantes y guionistas
trabajaban por encargo, regalando su talento sin recibir regalía alguna por sus
creaciones, hasta la revolución Image,
pasando por los atolondrados años setenta. Y lo hace con cariño, pero sin caer en
el sensacionalismo, y con suma elegancia Howe
expone todos los problemas que han acuciado a la editorial a lo largo de las
décadas.
Si
alguna vez oíste hablar de las trifulcas entre Stan Lee y Jack Kirby
respecto a la autoría de las primeras creaciones Marvel, el ensayo de Howe
desgrana con detalle el trato injusto que sufrió Kirby al respecto de su participación en la creación de personajes
tan importantes como los Cuatro Fantásticos o Silver Surfer.
Y no sólo a ese respecto, sino sobre el expolio que sufrió su ingente cantidad
de páginas originales, situación que dio pie a litigios que llegaron hasta los
años ochenta. Y es que la editorial no sólo no devolvía los originales a los
autores, sino que llegaron a mentir respecto al inventario real de aquellos
para evitar devolverlos.
Leyendo el Doctor Strange de Englehart o el Warlock de Starlin, ¿te has llegado a preguntar si
sus autores escribían bajo los efectos del LSD? Pues Howe te desvela incluso el tipo de ácido que estos autores junto a otros,
consumían durante sus horas de trabajo. Los años setenta arramblaron con el
anterior conformismo ideológico de Stan
Lee, dando pie a una década de creación caótica, donde los autores actuaron
con una libertad mucho mayor que la de sus predecesores. Estas libertades
generaron un bullpen real, donde el buen ambiente germinó entre sus
trabajadores, pero que estalló en celos y escaramuzas entre autores y editores
de los títulos, en constante batalla de egos, creando un maremagnum de
creatividad y odios por igual, que terminó con la llegada del temido y temible Jim Shooter. ¿Has tenido curiosidad del
por qué de tanta animadversión ante semejante individuo? Este ensayo lo relata.
Y repito, lo que hace con este tema es igual de cautivador que con el resto del
material, lo que convierte la lectura de estas quinientas páginas en un paseo.
Pero donde verdaderamente carga Howe las tintas es en el desastre total
que supuso la especulación de los años noventa, donde el contenido de los
cómics se convirtió en un asunto sin interés alguno, en favor de satisfacer los
egos de unos dirigentes empresariales alejados del proceso de creación de los
cómics, preocupados únicamente en engordar las ventas. Ese desastre estuvo
protagonizado por personajes de la talla de Todd
McFarlane o Rob Liefeld,
incomprensibles fenómenos de los noventa.
En
definitiva, un ensayo exhaustivo sobre la historia de la editorial de cómics
más importante del siglo XX, donde se demuestra que la creación de cómics
dentro del mainstream norteamericano es un proceso donde el producto saliente
es un superviviente al marasmo de egos, imposiciones comerciales e ineptitud
profesional. Que con semejantes cortapisas hayan salido obras dignas de ser
leídas e incluso reverenciadas, es un milagro.
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