La primera reseña
de una historieta argentina tiene que ser (no puede ser de otra forma) de su
obra cumbre, el gran clásico de clásicos: El
Eternauta. Editado en su formato apaisado, me hice de su tercera edición
publicada en Noviembre del 2009 por la editorial Doedytores. Si bien la leí
hace unos años, me parecía correcto hacer una reseña de esta respetadísima
obra, ícono de la historieta en el país.
La historia
comienza una noche de 1957 (año de publicación del cómic) cuando un hecho
sobrecogedor sorprende a Germán, un guionista de cómics.
Frente a él aparece de la nada un hombre que se presenta como Juan Salvo, El Eternauta, que
empieza a contarle su historia. Una historia que empieza con una catástrofe
terrible, una nevada mortal sobre Buenos Aires mata a todo el que toca, dejando
la ciudad desierta y con contados supervivientes atrapados en sus casas (de ahí
el look del protagonista), conformando un misterio creciente que se apodera del
lector y lo envuelve en una sorprendente historia de ciencia-ficción y futuro
diatópico de esas que reinaban en la época, pero con todos los matices de un Robinson
Crusoe moderno, como una metáfora de liberación política que vivía entonces
Argentina y que lamentablemente se puso de nuevo en vigor pocos años después.
Estos matices de superación humana (donde el protagonista se convierte el
trabajo en equipo y no un solo individuo) y de connotaciones políticas son los
que han reflotado El Eternauta una y otra vez, resaltando lo que para mí es una
de sus mayores virtudes: es una aventura
atemporal y que se revaloriza con cada nueva lectura que se haga de
ella.
Esta historia toma matices proféticos si
tenemos en cuenta que en la última dictadura Argentina (1976 -1983), el 27 de
abril de 1977 Oesterheld fue secuestrado junto a sus hijas y desde
entonces sigue desaparecido. Lo que años después proporciona nuevas lecturas y
duros matices a esta historia eterna.
Otro de los
puntos fuertes de esta obra, es
su localización tan próxima y tangible para sus lectores de la época (y para
los actuales), como es Buenos Aires, nombrando
constantemente sus calles, avenidas y sitios emblemáticos, usándolos para
mostrar la desgracia de perderlo todo y para arrastrar a Juan Salvo y
sus compañeros en una lucha desigual de contra la adversidad y la
desesperación, convirtiéndose en una de las mayores lecciones de humanidad que
pueda nadie enseñarnos a través de un relato de ficción
La única traba inicial que tendrá que
enfrentar el lector es heredera de su publicación
en entregas de pocas páginas a lo largo de más de 100 semanas en
la revista Hora Cero, lo que obliga por formato a que más a menudo de lo
deseable se produzcan continuos recordatorios de lo ocurrido anteriormente. Una
vez superado este escollo (sobre todo si se llega con él comprendido y asumido)
no creo que a nadie le cueste sumergirse en esta aventura.
Aunque para mí
el punto fuerte de la obra es el guión de Oesterheld, también hay que reconocer el enorme mérito que tiene
Solano López en
plasmar toda esa mezcla de urbana realidad con la fantasía de la
ciencia-ficción, en un Buenos Aires reconocible y con unos personajes
tan humanos como pueden serlo. Aunque la historia nos lleve a través de drama y
desesperación a lo largo de muchas de sus páginas, esto no sería posible sin la
excelencia de las expresiones faciales del artista que fue capaz de
proporcionar todas estas emociones en una mirada del protagonista a través de
esas incómodas gafas y esa mortal nieve. Pocas veces el dibujo hizo tanto mérito
de un buen guión.
Nos encontramos ante una obra que puede ser
leída 30, 40, 50 años después de su publicación inicial y no pierde
consistencia. Todo encaja perfecto y la temática no pasa de moda. Los dibujos
en blanco y negro son un gusto a la vista, y la historia te atrapa más y más,
sin que te puedas despegar. Realmente es una lectura obligada para todos los
amantes del Noveno Arte, y para los que no también. Un clásico literario que
trasciende cualquier tipo de fronteras.
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