16/07: Death Note – Vol. 1
(192 Págs.)
Tsugumi Ohba y Takeshi Obata – Larp Editores 2009
Puesto a la venta por entregas en la
revista japonesa Shonen Jump, Death Note se convirtió en un éxito y
una serie de culto tanto entre el público juvenil como en el adulto. Una de las
causas fue esa característica combinación de géneros que aúna: historias
policíacas, suspense, incluso fantasía, etc. “¿Pero de qué trata Death Note?”,
se preguntará el lector. Pues narra la historia de Light Yagami, un estudiante de 15 años quien, es el jovencito “más
brillante” del Sol Naciente. Obviamente este flaquito solitario encuentra el
anotador de Ryuk, un shinigami (dios
japonés de la muerte). Y en ese cuadernito están las instrucciones para usarlo:
una persona muere si su nombre se escribe en él y su dueño visualiza su cara.
Este es un punto importante, basta imaginar si no la cantidad de “Juan Pérez” a
merced de una lapicera mal habida. Si se prefiere, se pueden agregar unas
líneas más detallando la muerte.
Es
ahí cuando se abren los debates en torno a todo lo relacionado con Death Note: con esa libreta es capaz de
matar a personas con sólo escribir su nombre (y conocer el rostro de la
víctima). Así pues ¿es lícito matar a gente malvada? Pese a lo que le afectan
en un principio las muertes que provoca, Light
decide emprender la tarea de limpiar el mundo de maldad y que sólo quede
poblado por “gente amable y seria”,
tal y como él mismo dice, y erigirse Dios del Nuevo Mundo. ¿Es justo lo que
hace? ¿Tiene derecho a tomar el papel de juez y decidir qué está bien y qué
está mal, quién vive y quién no? Habrá quien piense que, si tiene el poder para
hacerlo, puede hacerlo. Resulta
interesante ver qué usos le saca al cuaderno maldito, las posibilidades que
ofrece y ver un pequeño "aperitivo" de lo que serán los combates
intelectuales entre Light y el
detective L, un detective misterioso al que nunca le vemos el rostro y habla
detrás de una computadora.
La
narración de Tsugumi Ohba fluye bien, el ritmo con el cual se van
sucediendo los contrapuntos entre Light y el detective L son
adecuados y atrapan lenta pero inexorablemente. Lo único que hay que lamentar,
en este caso, son los diálogos algo pomposos y antinaturales que suelen ser la
plaga de estas historias.
El dibujo de Takeshi Obata, en
cambio, es muy bueno. Presenta fondos excelentes y monta algunas buenas escenas
de interior. Donde destaca particularmente es en el desarrollo visual de los
shinigamis y su mundo.
La edición local es decente. Sin lujos,
ya que sigue el formato pocket que se acostumbra en estas costas: papel común,
dos centenares de hojas y tapa blanda. Pero hay que darle crédito a la
traducción, que se abstiene de utilizar de localismos y apenas se limita a
conjugar los verbos al modo rioplatense. Con esto logra mantener cierto sentido
de “neutralidad” que va bien a un relato que se pretende internacionalizado a
partir de la participación de Interpol para atrapar a Light y su alter ego Kira.
Es en la exploración inicial sobre
la legitimidad de la pena de muerte, sobre los alcances de la ley y de la
justicia por mano propia, donde Death Note realmente brilla
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