14/06: Real – Vol. 8 (238
Págs.)
Takehiko Inoue – Editorial
Ivrea 2009
Algo de interesante que tiene este manga
sin duda, es que no hay una historia central. Tenemos diferentes personajes que
van interactuando, y se nos muestran sus diferentes maneras de sobrellevar la
discapacidad y las decepciones. El tomo anterior había carecido de la presencia
de Hisanobu Takahashi, pero aquí vuelve a tomar el protagonismo,
junto con Totomi Nomiya. Nuevamente,
esta obra de Takehiko Inoue se merece
calificarla como impresionante por su contenido emocional y su “realismo”,
tanto en situaciones como en el eximio dibujo. Nos llega al país de la mano de la Editorial
Ivrea, y su Import de tomos impresos en España, con la
traducción de Marcelo Vicente.
Como mencioné, el protagonismo recae
principalmente en Hisanobu, quien se
decide finalmente a empezar la rehabilitación. Los doctores intentarán
enseñarle los métodos y el entrenamiento para que puedan darle el alta del
hospital, y poder manejarse solo con la silla de ruedas, como levantarse de las
caídas y volver a la silla. Por supuesto que esto no será fácil, y con su
habitual orgullo Hisanobu pensará que
puede hacerlo mejor que sus compañeros. Una escena muy graciosa es cuando su
padre quiere comprar un celular porque dice querer estar “comunicado con su
hijo”, y la vendedora empezará a explicarle las diferentes utilidades de los
celulares, y el hombre, por su oficio de alfarero lejos de la tecnología no
comprende absolutamente nada. Finalmente, debido a sus esfuerzos, Hisanobu logrará progresar en su rehabilitación,
y es que como decía su padre, su virtud era triunfar en todo lo que le ponga
esfuerzo y ganas.
El
resto del protagonismo de este volumen lo toma Nomiya, el cual sufrirá debido a quedarse desempleado y no tener un
camino que seguir en la vida. Pero le llegará la respuesta: si igualmente iba a
llorar podría intentar al menos seguir aquello que lo haga feliz. Sin dudas
esto era el básquet, motivo por el cual se entrenará para entrar en un equipo
de primer nivel.
El
tomo cierra con un genial final intimista, cuando llega al hospital un nuevo
compañero de cuarto para Hisanobu, un ex luchador (Shiratori) que le dice que creía ser el más fuerte, pero la
fortaleza viene de otra parte, y tenemos las escenas del empeño que le ponen Nomiya y Kiyoharu
Togawa (aparece en pocas escenas) a sus sueños, dándonos a entender el
emotivo mensaje.
Nuevamente el lirismo de Takehiko Inoue te hace compenetrar en la serie, con diálogos y
silencios sugestivos perfectamente acoplados en el relato. Hay que ser un genio
para dibujar página tras página de una persona tratando de levantarse a su
silla de rueda sin que nos aburramos ni un poco. Y por supuesto, las
expresiones, los fondos, los movimientos del cuerpo, todo tan bien retratado
que te deja con la boca abierta.
Sigo bancando a Takehiko, y sigo esta serie atípica pero adictiva que tantos
premios ha ganado en su país de origen.
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