30/06: La Emperatriz Roja
(216 Págs.)
Jean Dufaux y Adamov – Glenat 2011
Glenat
publicó en España en edición integral “La Emperatriz Roja”,
obra europea que originalmente obra comprendía los cuatro volúmenes, cuyos
correspondientes títulos son “La Sangre de San Bothrace”,
“Corazones de Acero”, “Impuros” y “Los Grandes Cachalotes’”, además de un epílogo de catorce páginas
que completa la historia.
Encontramos aquí a un Adamov
nuevamente magistral en una amplia gama de sentidos. La ilustración se
desenvuelve con comodidad en casi todo lo que se le presenta, desde las escenas
de sexo a las de acción, pasando por las conversaciones. Jean Dufaux,
el guionista que le acompaña en esta ocasión, demuestra ser un escritor muy
dotado y versátil aunque, a veces, con excesiva predisposición al efectismo y
unos finales forzadamente descorazonadores.
“La Emperatriz Roja” es una extensa saga en la que
asistimos a la silente contienda que se da entre el emperador (Pedro) y la emperatriz (Catalina) de una Rusia futurista y
decadente; contienda en la que, curiosamente, ambos contrincantes destacan por
su pobre catadura moral. De hecho, tampoco ninguno de los personajes que se
sitúan en uno u otro bando se caracteriza por su nobleza, siendo el único
rastro de relativa integridad la devoción con la que el cyborg Rostan y Adja la sirvienta contemplan a su emperatriz, en lo que constituyen
las escasas pizcas de humanidad que puntean una historia sobre la perpetuación
del despotismo aunque cambien perros y collares.
Por
supuesto, este viaje a través de una Rusia de nuevo zarista, bajo el dominio de
un emperador que se yergue sobre los restos del pasado comunista del país, le
da alas a Adamov para retratar al
detalle un imaginario variopinto desde cosacos asaltan trenes de vapor, grupos
de ninjas que cruzan las heladas estepas,
la iconografía cristiano-ortodoxa, etc. También el guión está plagado de
detalles, que dan fe de la destreza narrativa de Dufaux, de su facilidad para el lirismo y de su fértil imaginación,
capaz de conjurar situaciones y criaturas de lo más eclécticas. Es cierto que
por momentos la historia llega a crecer tanto que los sucesos que cada uno de
los muchos personajes protagonizan no dispone del espacio para dilatarse lo
suficiente ante el lector.
Admirado ante la fecundidad gráfica de Adamov, preguntándose cual será la
resolución de las muchas maquinaciones de los protagonistas, integrando el
mensaje fatalista de Dufaux, el
lector de este cómic se enganchará tanto con la lectura que no se detendrá
hasta el final.
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