06/09: Contrato con Dios: La Vida
en La Avenida Dropsie (520 Págs.)
Will Eisner – Norma Editorial 2009
Ansioso por recibir y leer lo que ya sabía por
muchas fuentes era una obra seminal en la historia del noveno arte, no podía
imaginar hasta que punto tan potente afirmación se quedaba corta. Y es que
cuando una obra de arte llega a tener la consideración de clásico atemporal, es
por algo. Es la obra con la que Will Eisner daba el pistoletazo de
salida a una nueva forma de hacer cómics, instaurando además un nuevo término
que ya ha pasado a la historia, el de Novela
Gráfica, pudiendo constatar que la obra ha ganado con los años. Mucho ha
llovido desde que en 1978 Eisner
publicara por primera vez este volumen que ni era una novela ilustrada ni un
cómic con largas parrafadas, sino una suerte de hijo bastardo entre ambas
fórmulas de lectura que ampliaba las constreñidas fronteras del cómic-book
tradicional. El libro es en sí mismo una trilogía. Contrato con Dios,
que sería la primera parte y la que da nombre al libro completo; Ansia de
vivir y La Avenida Dropsie. Es llamada la primera novela gráfica de
la historia, publicada en 1978 tras varios rechazos editoriales y, sin lugar a
dudas, la obra cumbre de Will Eisner.
Este dibujante criado en Brooklyn en una
familia judía, decidió componer una obra donde se reflejara el Nueva York de su
vida. Eisner nos enseña en cada una de las partes la extrema dureza vital de
esa ciudad y sus gentes así como la inamovible felicidad que acompaña a esa
dureza. La vida allí era un drama que a cada paso vislumbraba alegría,
desesperación, optimismo y crueldad a partes iguales. El libro trata de ser una
autobiografía del propio Eisner sin
que él aparezca por ningún lado. Todos somos parte de aquellos con los que nos
cruzamos. La historia que se nos cuenta no es la historia de Nueva York, sino
de una de sus pequeñas venas, la Avenida
Dropsie. Situada en un barrio como Brooklyn, el microcosmos de Dropsie hace
inteligibles los acontecimientos de la historia norteamericana por todos
nosotros conocidos. Y también muchos de la historia mundial. Dropsie está
poblado por gentes de diferentes etnias –judíos, negros, hispanos, italianos,
irlandeses, etc.- aunque Eisner, como
es lógico, nos muestra más historias de familias judías.
Hay libros que empiezan flojos para ir, poco a
poco, creciendo en el sentimiento del lector. Sin embargo Eisner no disimula y capta al lector con todo su talento desde la
primera historia, la que da nombre al libro, la del Contrato con Dios.
Hace la prueba de leer la primera historia, la del rabino Frimme Hersh. Si no te estremeces al contemplar el rostro de dolor
del rabino mientras le chilla a dios por haberle abandonado, si la sutil manera
de Eisner de llevarnos por el dolor
de este hombre de buen corazón, ahora desgarrado, no te conmueve, te aconsejo
cerrar el libro y olvidarse de emocionarse alguna vez. La historia del rabino
centra la atención en el primer libro de tal manera que el resto, aun a pesar
de su calidad y emotividad, nos deja fríos. Sin embargo, los otros dos libros
que componen la trilogía levantan el vuelo por no verse herederos de dolor de Hersh.
Ansia de vivir nos enseña una Nueva
York en mitad de la crisis del 29. Desesperación, ese es el tema de este
segundo libro. Los personajes que por aquí desfilan urden todo tipo de tramas
para escapar de su destino apocado. Poco a poco, las historias individuales de
cada uno de ellos se van entremezclando, con el discurrir del barrio. Unos
conocen a otros y entre todos ellos componen la historia de un barrio que, como
todos los barrios, sufre la Historia como un peso que le arrastra al fondo del
río.
Mención aparte merece La Avenida Dropsie,
el tercer libro de este volumen. En esta brillante obra, Eisner nos enseña la Historia genérica del barrio Dropsie, de
Brooklyn. El llevar de los años provoca cambios poblacionales, étnicos,
urbanísticos, sociales. Cada nueva variable introducida por Eisner modifica a los personajes, al
barrio, a la globalidad del libro. Sin embargo, como bien nos enseña Eisner en esta visión de su vida, todo
en realidad permanece inalterable. Los holandeses no quieren vivir al lado de
los ingleses. Los ingleses quieren echar a los nuevos vecinos irlandeses,
quienes terminan por reclamar la expulsión de los inmigrantes italianos,
enfrentados por la llegada de judíos al barrio. Estos, curiosamente, son los
únicos que no se enfrentan a nadie en toda la novela. Al menos como grupo
social. Sí que se levantan todos frente a la llegada de la población negra. Aunque
toda esta serie de quejas sociales termina siendo siempre sofocada por un
atisbo de inteligencia, por una pérdida de miedo ocasionada por una crisis
social –puede ser el crack del 29, pero también la guerra de Vietnam- que
termina uniendo a todos los grupos sociales presentes en cada momento
definiendo y redefiniendo la identidad del barrio una y otra vez.
Quizás sea esa la moraleja de este libro.
Quizás, Eisner nos enseñe que es el
miedo lo que provoca los males de ese pobre barrio. Cuando Eisner publica Contrato con Dios, Nueva York es una ciudad
sin ley, dominada por los grupos mafiosos. Son los miedos individuales los que,
según nos enseña Eisner, permiten a
los malos recolocar al barrio, hacer de él lo que quieran y manipular a
las personas a su gusto propio. Y Eisner tiene
toda la razón a la hora de mostrarnos en el libro que, desde la voluntad de
diálogo y la unidad de los vecinos, nadie puede acabar con lo que todos hemos
construido.
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