miércoles, 2 de marzo de 2016

02/03: El Árbol que Da Sombra Vol. 2



02/03: El Árbol que Da Sombra – Vol. 2 (336 Págs.)
Osamu Tezuka – Planeta DeAgostini 2005

El Árbol que da Sombra narra la vida de dos personas durante los convulsos últimos años del Periodo Edo, cuando el país asistió al fin del poder Tokugawa y a una serie de cambios sociales muy rápidos y profundos. A este mundo del Japón que se resistía a abrirse a occidente nos adentra el Dios del Manga Osamu Tezuka, en una obra que mezcla el relato histórico, las historias de samurai y su amor por la medicina. Uno de los protagonistas es Ryoan Tezuka (abuelo del autor), un aprendiz de médico alejado de la espada y que sólo vive para suceder a su padre en la profesión. El otro protagonista es Manjiro Ibuya, un samurai de bajo rango que quiere ascender en el escalafón social y militar. Ambos personajes son bastante diferentes: Ibuya es un guerrero tenaz preocupado por los problemas políticos del país mientras que Tezuka es un joven mujeriego y de vida alegre que no quiere saber nada de las armas ni de la política.

Ante los cambios que ven a su alrededor ambos personajes actúan de una forma muy diferente. Mientras Tezuka sólo se preocupa de su profesión y de pasarlo bien, la condición de samurai de Ibuya le hace sufrir mucho más ante las situaciones que se van sucediendo. Sufre porque ve que la corrupción y la decadencia carcomen el Shogunato y porque las injusticias se hacen cada vez más insoportables. Aunque él, como samurai educado en la obediencia al Shogun, lo protege y desconfía de los reformistas y de los extranjeros, tiene dudas y muchas veces no comprende la actitud cerrada y reaccionaria del Bakufu (gobierno). Su sufrimiento y contradicciones reflejan muy bien las del propio país y las de millones de japoneses que no entendían muy bien por qué el Japón debía renunciar a todo aquello que, a pesar de venir de fuera, podía mejorar mucho la vida del pueblo llano (medicina occidental, industria, etc.).
 El "acomodamiento" de las estructuras del poder durante tantos siglos y el férreo aislamiento del país habían hecho que Japón se quedara atrás como potencia militar. La llegada del Comodoro Perry (con sus grandes barcos de guerra y exigiendo un trato comercial preferencial para los USA), hizo a los japoneses visualizar su debilidad y su atraso, ante lo cual muchos pidieron cambios radicales. Por su puesto, el poder establecido se negó a hacerlos por miedo a perder su situación de privilegio. En defintiva, asistimos a la caída de un Imperio y, por lo tanto, a la lucha de los que querían cambiar de raíz el estado de cosas contra los que se aferraban al pasado y no querían ver lo obvio: la necesidad del cambio (probablemente porque ellos no sufrían las consecuencias del asilamiento y la corrupción). Es gracioso e interesante ver cómo es cuando llegan los embajadores de los Estados Unidos y son custodiados (y espiados al mismo tiempo) por samurai japoneses, y cómo hacen estas dos culturas para entenderse, en tiempos tan distintos. Como por ejemplo, el pedido del traductor estadounidense de leche de vaca a los japoneses, quienes piensan que tomar leche de un animal es de salvaje, porque ellos toman leche de soja.
 El Árbol que Da Sombra es un manga histórico que tampoco olvida la faceta humana. Podemos aprender infinidad de datos y de información sobre el final del Periodo Edo y veremos aparecer numerosos personajes históricos, pero también se centra en los sentimientos de los protagonistas y sus penurias y alegrías. Es una de las obras más madura y densa de toda la obra del genial creador Osamu Tezuka (probablemente el mayor genio del manga de todos los tiempos).
 Hay que reconocer que el dibujo de Tezuka (caricaturesco y algo infantil) tira un poco para atrás al principio, pero en El Árbol se ve ya el estilo un poco más depurado y adulto de sus últimos y más maduros trabajos (como Adolf y Buda). Sin embargo, eso queda en segundo plano cuando vemos su narrativa clara y ágil. Una maravilla.
 Podríamos decir que se trata de un manga de samuráis crepuscular en el que asistimos a la decadencia de su modo de vida pero en el que Tezuka también rinde, en cierto modo, un homenaje a esa cultura tan rica y evocadora. No en vano suele decirse (con cierta razón) que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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